Tienen lugar todos los años durante la noche del solsticio de verano. 
Cuando cae la noche, los habitantes bajan con antorchas encendidas desde
 las cumbres de las montañas hacia sus pueblos y ciudades, prendiendo 
fuego a toda una serie de fogatas preparadas a la usanza tradicional. 
Para los jóvenes, el descenso de la montaña es un acontecimiento de 
especial importancia, ya que simboliza su paso de la adolescencia a la 
edad adulta. Se considera que las fiestas del fuego constituyen una 
ocasión para regenerar los vínculos sociales y fortalecer los 
sentimientos de pertenencia, identidad y continuidad de las comunidades,
 de ahí que su celebración vaya acompañada de comidas colectivas y 
cantos y bailes folclóricos. A veces se asignan funciones específicas a 
determinadas personas: en algunos municipios es el alcalde quien 
enciende la primera fogata, y en otros es un sacerdote el que la alumbra
 o bendice. En algunas comarcas, es el último vecino recién casado del 
pueblo quien enciende el fuego y encabeza la marcha de descenso desde la
 montaña. En otras partes, las jóvenes solteras esperan la llegada de 
los portadores de antorchas a los pueblos para darles la bienvenida con 
vino y dulces. Al día siguiente por la mañana, los vecinos recogen las 
brasas y cenizas de las fogatas y las llevan a sus hogares y huertos 
para protegerlos.
fuente: España es cultura
fuente: NoticiasHuesca
fuente: Lliure i Millor
fuente; Ritmos 21
fuente: Mi Planeta





 
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