Todos los años, antes de que lleguen las fiestas navideñas, se forman grupos de 
hombres jóvenes para preparar el "colindat", una ronda que tiene lugar 
la víspera del día de Navidad en el transcurso de la cual los muchachos 
van de casa en casa entonando canciones festivas. Después de que los 
rondadores han cantado, las familias de los hogares visitados les 
ofrecen algunos presentes tradicionales y dinero. Los cantos son de 
temática épica y se adaptan a cada uno de los hogares a los que se va a 
rondar. Los jóvenes interpretan también canciones en las que desean 
buena suerte a las muchachas solteras y bailan con ellas porque, según 
se dice, esto las puede ayudar a que encuentren marido al año siguiente.
 A veces, los ronderos visten trajes tradicionales, acompañan sus cantos
 con instrumentos musicales y ejecutan danzas. Los principales 
depositarios y practicantes de este elemento del patrimonio cultural 
inmaterial son los propios grupos de jóvenes, generalmente solteros. Los
 que se encargan de formarlos en esta práctica suelen ser hombres 
experimentados de más edad, que en su juventud fueron cabezas de grupo. 
Las canciones tradicionales se aprenden en el transcurso de ensayos 
diarios que tienen lugar desde la formación del grupo hasta la víspera 
del día de Navidad. En algunas comarcas se admite que los niños asistan a
 los ensayos para que vayan aprendiendo el repertorio de canciones.
fuente: Ziarul Lumina
La artesanía tradicional de tapices murales
Servían como elementos decorativos y aislantes en los hogares, y 
también formaban parte de la dote nupcial de las jóvenes casaderas. Para
 confeccionar sus piezas de artesanía con motivos realmente 
impresionantes, los tapiceros utilizaban técnicas diversas. Algunos 
motivos de los tapices indicaban también el origen de los tejedores que 
los fabricaban. También se 
presentaban en exposiciones internacionales como signos de la identidad 
cultural de las comunidades. Hoy en día, en los lugares públicos y 
domicilios privados estos tapices se aprecian esencialmente como obras 
de arte, y como tales se exponen en las ciudades con motivo de la 
celebración de festividades y ceremonias diversas. Los métodos de su 
fabricación han evolucionado y en algunas regiones se ha pasado de usar 
telares verticales u horizontales a recurrir a la técnica del 
cordoncillo ejecutado hilo por hilo y a otras modalidades de tejer. En los 
pueblos, las jóvenes aprenden este arte de sus madres y abuelas, 
mientras que en las ciudades se imparten cursos en diversos centros, 
asociaciones, colegios y museos. 
fuente: ZiareLive.ro
fuente. Unesco




 
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