Su uso nació entre las poblaciones de regiones montañosas abruptas, debido a la necesidad de encontrar un medio para comunicarse rápida y fácilmente a largas distancias. Los miembros de comunidades agrarias que pasan la mayor parte del tiempo en los campos son los que esencialmente practican el silbo, al que consideran un elemento importante de su identidad cultural. Aunque las comunidades son conscientes de la importancia cultural del silbo, la evolución socioeconómica y tecnológica –en particular la aparición de la telefonía móvil– ha reducido el número de regiones y de personas que lo practican. Las generaciones más jóvenes se desinteresan por este elemento del patrimonio cultural, que corre el riesgo de irse despegando poco a poco de su entorno natural y convertirse en una práctica artificial. A pesar de estos peligros, las comunidades interesadas han contraído el compromiso de promover el silbo a nivel nacional e internacional y siguen transmitiéndolo de padres a hijos, generación tras generación, los conocimientos pertinentes con métodos de aprendizaje formales e informales.
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