Esta artesanía se concentra en las ciudades de Pag, situada en la costa 
adriática, de Lepoglava, al norte del país, y de Hvar, en la isla 
dálmata del mismo nombre. Los encajes de aguja de Pag se destinaban en 
un principio a la confección de vestiduras eclesiásticas, manteles y 
adornos indumentarios. Su técnica de ejecución, consistente en bordar 
motivos geométricos sobre un patrón en forma de tela de araña, es 
transmitida hoy por las mujeres de más edad, que organizan cursos de 
aprendizaje de un año. Los encajes de bolillos de Lepoglava, que se 
ejecutan trenzando hilos enrollados en husos, se destinan a la 
confección de cintas para atuendos folclóricos y se venden en las 
fiestas de los pueblos. En esta ciudad se celebra todos los años un 
festival internacional del encaje para exaltar este arte tradicional. La
 técnica del encaje con hilo de áloe sólo la utilizan en Croacia las 
monjas benedictinas de la ciudad de Hvar. Los finos hilos blancos 
extraídos de la médula de esta planta se tejen en red o utilizando un 
patrón en cartón. Son las
 mujeres de las zonas rurales las que han creado desde mucho tiempo 
atrás las distintas variedades de encajes que, además de constituir una 
fuente de ingresos complementarios para ellas, han dejado una impronta 
perenne en la cultura de la región.
fuente: www.croatiaweek.com
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